Y allí, frente a ti, me quedé mirándote, como pidiéndote permiso. Casi desde la puerta de la iglesia te notaba cerca. Permanecí parado unos instantes. Intentando captar y guardar todos los detalles que encerraba ese preciso momento. Estaba a punto de cumplir uno de mis sueños y no tenía intención de dejarlo pasar sin más. Con todo el equipaje bajo el brazo, notaba como el momento se acercaba. Era preciso un último instante. Cuando te viera la próxima vez, sería en la calle, en tú calle…
…Ya estaba dentro. Los faldones echados, la iglesia cerrada y los veinticuatro compañeros dentro del paso. Las manos al centro y una frase de aliento.
Me coloco en la trabajadera con los vellos aún de punta, y un escalofrío me recorre el cuerpo.
Se escucha como se abren las puertas y el murmullo de la plaza aumenta.
La última muestra de cariño sobre mi mano izquierda, me hace ver que por supuesto no estoy solo…
…Enfilamos la puerta. –“¡Los dos costeros a tierra por igual!”–
Vamos poco a poco haciendo lo que nos piden a la vez que voy recordando todo lo que me ha hecho llegar hasta allí. Recuerdos de niñez, en los que yo veía a mi padre como se preparaba para ese momento. Su camiseta con el perfil de la virgen, su costal blanco inmaculado y el beso de mi madre al salir de casa. ¡Qué recuerdos!...
…Ya estamos fuera. La plaza estalla en aplausos, las campanas repican, suenan los cohetes y la banda toca. Todo a la vez es música celestial para los que en ese instante bajamos la rampa…
…Los momentos inolvidables se suceden conforme avanza tú tarde. Yo no sabía cómo sonaba la salve, ni “los vivas” desde dentro. Una “levantá” por alguien especial, una marcha en concreto o el saber que los que más te quieren y más les cuesta verla están ahí fuera, son escusas fáciles para desear que atardeciera despacio. Que nuestro viaje fuese aún más largo.
Al estar fuera, noto como muchos rosarieros me miran con admiración y orgullo. Eso ayuda a darme cuenta de lo privilegiado que soy, lo privilegiado que me haces ser…
…Entrando en la Calleja, nuestra última “levantá”. Siempre el pasito corto, como a ti te gusta, al son de la banda. Poco después, los cuatro zancos al suelo. Miro arriba, me persigno y me parece incluso que te veo. Mi trabajo había concluido. Lo que me habías encomendado para esta noche, ya estaba hecho…
…Subo la rampa a la vez que te veo aparecer por la plaza. Dejas que disfruten todos casi por última vez y empiezas a acercarte finalmente a tu casa. De nuevo, contenemos todos el aliento. Parece que no cabe.
Sin embargo, ya estás dentro.
Nos concedes un último minuto de intimidad a todos esos privilegiados y haces que las gotas caigan como pétalos por la cara de tus hijos…
…Volviendo a casa, un sentimiento de orgullo me llena por dentro: “Hoy me siento grande”.
Martín se va a la guerra
Hace 7 años
Me alegro que disfrutaras llevando a tu Virgen y que hayas tenido la fortuna de hacerlo así como el rato que echamos ayer junto a tu otra Rosario. Un saludo.
ResponderEliminarVuelvo a reiterar que haras un pregon de la semana santa de Sevilla.Impresionate Andrés,me has transmitido esa emoción y me dan ganas de hacerlo a mí,que sabes que las tengo pero soy muy endeblito.xd.Enhorabuenaç!!!
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