1 de octubre de 2012

Dibujo

Sentado en dirección a la puesta de sol, le pido que me diga sobre qué quiere que escriba.
- Dime un tema, y yo lo dejaré fluir.
- No escribas – me responde – Pinta algo. Dibújame a mí. Como me ves.

Como si de un juego se tratase, cojo mi pincel impresionista y me dispongo a pintarla de la mejor manera que se:

“Me fijo en ti y veo como tu larga melena es mecida por el viento. Con mucho mimo, como si de cantarle una nana se tratara. Estás radiante. No necesitas sentirte guapa para deslumbrar.
El reflejo del agua en tus ojos me hace recordar algunos instantes. Creía que no me daba miedo que fuese otro el que les diese nombre a tus hijos. ¡Qué forma de equivocarme!
No puedes evitar reírte al ver que te miro. Esa sonrisa que me demostró que no todo tiene por qué tener fecha de caducidad.
Agacho la mirada porque siento que me sobrepasas. Veo como tus pies se funden con la arena. La pisas y la moldeas a tu antojo sin darte cuenta. Mostrando esa fuerza oculta que crees que no tienes. Empeñada en enseñarme que no se trata de darle más años a la vida, sino más vida a los años. Porque no puedes imaginar lo que me gusta ser parte de tu cuento, parte de tus noches. Me gusta compartir tus penas y tus alegrías. Compartir tus risas, tus llantos. Conocer tus virtudes y acompañar tus manías.
¿Manía? Como esa de juntar y apretar los labios para mostrar todo lo pequeña que puedes llegar a ser.
Te pones de pie y veo tu figura en todo su esplendor al contraluz del atardecer. Como atardecía la tarde que te pedí todo sin palabras. No podía decírtelo, porque si me decías que no, yo no podría seguir enamorado. Y, ¿qué hay más emocionante que enamorarse dos veces de la misma mujer? Enamorarte a ti.”

Al terminar, le doy la vuelta al papel y le enseño mi “dibujo”.
- Odio que siempre utilices los mismos trucos.

Fdo: El del arte por el arte.