Como los últimos tres años, me encuentro el jueves santo caminando a eso de las 4 de la tarde por la Alameda de Hércules en dirección a la calle Feria.
Como atuendo llevo una túnica y una capa color crema, un antifaz de terciopelo negro, unos zapatos negros con hebilla plateada y unos guantes blancos. A diferencia de la mayoría de los nazarenos que a esa hora se dirigen a la capilla de la Hermandad de Monte-Sión (900 aproximadamente), yo no llevo capirote.
Esto es así porque este año, por motivos personales, no salgo como nazareno, sino que lo hago como penitente. Debido a esta particularidad, la gente por la calle me mira un poco con respeto. No soy un alegre nazareno más al que los niños le piden caramelos o “estampitas”.
Al llegar a la “Casa Hermandad” me descubro la cabeza y me acerco a una zona con un cartel que pone: PENITENTES. Allí sólo hay un pequeño grupo de personas (en total fuimos 25), principalmente hombres de entre 30 y 45 años y un par de mujeres.
Mirando más detenidamente me doy cuenta de que soy el más joven de todos ellos. Me acerco y el tema de conversación es si será muy duro o no. Los más veteranos aseguran que se sobrelleva, pero que hay momentos duros a lo largo de la estación de penitencia.
A las cinco y cuarto de la tarde se escuchan aplausos:
- “Ya han abierto las puertas”. – Dice uno.
- “A las 5 y media estamos en la calle”- Contesta uno de los más mayores.
- “¡Que nervios!" – dice otro.
Pocos minutos después nos entregan las cruces. El Señor de la Oración en el Huerto está a punto de salir, y nosotros debemos estar preparados para que continúe el cortejo.
Meto por uno de los brazos de la cruz un rosario que pertenece a mi abuela, y nos nombran en grupos de tres para que nos pongamos en la fila. Yo soy el último de todos, por ser el hermano con menor antigüedad (cuatro años).
Suenan los primeros sones de la Agrupación Musical Redención: El Señor ya está en la calle. Me cuelgo la cruz al hombro y entro por la puerta lateral de la pequeña iglesia.
Atravesamos la capilla, miro a la Santísima Virgen del Rosario durante unos segundos, y salgo por el portón que da a la calle Feria. Comienza la estación de penitencia.
La calle está abarrotada. Muchas personas veo que llevan la medalla con el cordón blanco y negro colgada del cuello, estamos en el barrio.
La procesión continua, y mi principal distracción, aparte de intentar encontrar un apoyo cómodo para la cruz en el hombro, se basa en fijarme en los niños. Esos niños que cuando te ven acercarse se echan hacia atrás, en dirección a sus padres con un poco de miedo. Veo como algunos les preguntan a sus padres:
- “Papá, ¿esos nazarenos por qué llevan una cruz? “
Y la verdad, es que son muchas las respuestas distintas que escucho. Unos dicen una cosa y otros dicen otra. Pero hay una, que realmente me gusta. Es un chaval de unos 15 o 16 años que se lo explica de una manera preciosa a su hermana pequeña de unos cuatro o cinco años:
- “Pues llevan una cruz porque en su momento ellos le pidieron una cosa al Señor y a la Virgen, ellos se lo cumplieron, y ahora en agradecimiento hacen esta estación que es un poco más dura que si fueran sólo con el cirio.”
Fijándome en esas cosas pasan las primeras horas bastante bien. Veo en muchos tramos del recorrido el paso de Cristo y esto hace que todo me resulte menos pesado.
En carrera oficial veo algunas caras conocidas que me dan ánimos. Al salir de la catedral, me digo a mi mismo que ya llevo la mitad.
De vuelta se empieza a notar el cansancio, los hombros están muy cargados y los pies duelen. No logro encontrar una postura cómoda, y los largos parones hacen que resople alguna que otra vez bajo el antifaz. Sin embargo, me digo a mi mismo que puedo y consigo ser positivo. La recogida está cerca.
A las doce y media aproximadamente enfilamos de nuevo la calle Feria. La iglesia de La Amargura en la esquina con la calle San Juan de la Palma era algo que buscaba con la mirada desde hacía bastante rato.
Se acerca de nuevo la capilla. A unos 30 metros veo como el misterio enfila el portón a la vez que un costalero le canta una preciosa saeta desde un balcón de enfrente. La banda deja de tocar y sólo se escucha la voz del capataz:
- “¡Un poco más a tierra! ¡Que no roce una rama al Señor de la calle Feria!"...
La calle estalla en aplausos a la vez que la banda empieza a tocar de nuevo. Ya ha entrado.
Vuelvo a andar, y en escasos dos minutos cruzo las puertas de la capilla satisfecho aunque algo dolorido. Miro durante un instante la cara del Señor y me santiguo. Hasta el año que viene.
"Abre Señor esas manos
tiernas de tanta amargura.
Levanta de tus rodillas
Que está esperando tu gente
esa zancada valiente
por las calles de Sevilla." (Pregon del Rosario 2008)
Me he encantado la profundidad con la que has transmitido tu estación de penitencia. Se hacen duras, pero no cambiaria ninguna de las que he vivido en mi hermandad, porque a mi me sirvieron para encontrarme a mi mismo en momentos dificiles o simplemente para pensar tranquilamente.
ResponderEliminarUn saludo!
no me cansaré de decirtelo..precioso andres!!! me ha encantado tu nueva entrada, de verdad! :)
ResponderEliminary creeme que estaré atenta para la proxima!
Pienso que quizás aquellos que no tengan esta realidad cerca no pueden llegar a sentir leyendo lo que he sentido mientras leía tu post. Son esas sensaciones que nos recorren el cuerpo cuando haces una profesión de Fe como las que hacemos aqui, sensaciones que nos has transmitido con "tan sólo" contar como fue: del cómo la salida del Templo de tu Hermandad te hace empezar a ver, durante unas horas, con otros ojos a la gente que te ve haciendo Estación de Penitencia, cómo es posible sentirse solo rodeado por centenares de personas y poder hacer, aún estando cumpliendo con la deuda de tus pecados repaso de tu vida y darle un vuelco...
ResponderEliminarUn tio mio que vive en Madrid me dijo que, para explicarles en su trabajo a esas personas que no saben la importancia que tiene la Semana Santa en aquellos que tomamos parte de ella, sólo sabe recurrir a algo así como esta frase: su importancia es que, en ella, en sus sentimientos, está la historia de quienes nos quieren y de los que nosotros queremos, y que eso es lo que nos mueve.
Un abrazo!!
Muchisimas gracias a los 3. Me alegra muchísimo que os hayais sentido identificados. =D
ResponderEliminarCon un articulo tan sencillo como has escrito has conseguido emocionarme, quizas porque hay un sentimiento detras que tu desconoces. Seguro que serás un buen periodista si siempre te mantienes fiel a ti mismo.
ResponderEliminarUn beso
Con tu anonimato me desconciertas. Aun así, muchas gracias por los ánimos.
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