22 de abril de 2012

Recuerdos de una futura tarde olvidada

Y allí seguíamos. Tirados como dos adolescentes que se creen adultos, pero que se ilusionan casi con la misma facilidad del niño de la canción del barquito. La plaza semicircular tenía la perfecta pendiente para estar tumbados recibiendo los rayos del sol a la vez que mirábamos la majestuosidad de la torre. “Oh, donna mía” te dijeron mientras disfrutabas del refresco. Tú, te limitaste a sonreír con la inmensidad de tus labios y regalaste a ese pobre de amor y dinero una de las mitades de su rompecabezas.

- ¡Qué te gusta hacerte el falso poeta! – me susurras al oído – Deja de escribir y ven conmigo. Aún nos quedan muchos sitios que rememorar.
- Ahora voy. Adelántate que me quedan un par de líneas. Un cierre para la historia.

Mientras te alejas te miro, tan llana y tan atractiva como siempre. Te agachas y te desnudas los sueños mientras te atas los cordones. Siempre ha sido tu especialidad la de regalar alegría allá por donde vas. Menos mal que no sabes que de vez en cuando te robo una pizca. Enfrente de mi escritorio guardo todo lo que necesito.
Me levanto y corro a tu lado. Nos esperan unos hombres de azul remando y una foto en la plaza del famoso robo.

- ¿Será el mismo gondolín de la otra vez? – te digo a la vez que te alcanzo.
 - No te empeñes e que todo sea igual. Han pasado años. Cada cosa tiene su momento.

Saco de nuevo el blog y anoto:
“Ahora que la adolescencia nos mira con añoranza le digo que no se vaya. Que me gustaría ser de nuevo un poco más niño.”
Fdo. El del arte por el arte.

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