Ando por las calles de uno de los barrios más conocidos de mi ciudad. Fito sigue pegado a mis oídos, haciendo que vuelen mis pensamientos de una situación a otra, de un sueño a otro, de una promesa a otra. Odio que siempre su música me haga pensar y consiga que me sienta identificado.
Me gusta mirar a mí alrededor e imaginar las vidas de las personas con las que me cruzo. Esa pareja de ancianos parecen muy felices; y yo me planteo la efimeridad de la vida. La muchacha de la frutería ve que la miro y me dedica una sonrisa; que alegría que se acerque la primavera. El niño del perro se va a chocar de tanto correr.
No puedo evitar sonreír. El sol me alegra la mañana, y aún no sé ni a donde me dirijo.
“No hay mejor lugar que entre las nubes de tu pelo” me acaba de gritar al oído. ¡Lo odio! Mejor cambio de canción…
Cruzo una esquina y casi me entran ganas de correr. Hacía días que no me sentía tan vivo, me repetí una y otra vez aquello de: “Hoy me quedo en casa, lo de afuera no me interesa. Ya saldré a dar una vuelta otro día que no llueva.” ¿No acabo de decir que debía cambiar de canción?...
Me acerco al puente y me detengo apoyado en la barandilla. Veo como el sol va cayendo allá a lo lejos, y me imagino saltando al agua. Esa sensación me hace dudar de mí mismo. ¿Sería o no capaz? No creo que llegase a ser tan impulsivo. “Y cuidar de las estrellas puede ser un buen castigo.” ¿Estrellas? estrellas en una playa con un faro a lo lejos…
Necesito tomar algo.
“Soy todo lo que me pasa”. Ahí sí estoy de acuerdo. Quiero que me pasen cosas.
La máquina suelta la lata de Coca-Cola e imagino inevitablemente cualquiera de los anuncios que tanto nos han hecho sonreír de esta marca de refrescos. Además, “sé que soy mucho más guapo cuando no me siento feo.” Cuando sonrío y me siento seguro, es todo mucho más fácil. Aunque también piensen que soy un creído y un chulo. No sería la primera vez, y la verdad es algo que estoy dispuesto a asumir. “No tengo nada para impresionar, ni por fuera ni por dentro.”
Sólo tengo claro lo otro de que “Hay un niño que se esconde siempre detrás de mí.” No se cómo lo hago, pero cada vez estoy más seguro de eso. Las calles son más estrechas en esta parte de la ciudad, y disfruto en este pequeño laberinto que no sé exactamente a donde me llevará.
Poco después una enorme torre se muestra ante mí. Todo es mucho más amplio, y el olor a azahar me recuerda porque me gusta tanto esta estación del año. “Cuanto se gritó diciendo nada…” Bonita frase esa. Que ganas de gritar y de no ser escuchado. Quiero que mis palabras puedan ser soltadas pero no lleguen a nadie. Menos mal que Word me es fiel casi siempre.
“…Perdimos la cabeza pero no el sombrero...” Esta canción me trae recuerdos. Mejor la paso también.
Me siento en el suelo a la vez que suenan en mis oídos unos golpes de guitarra. “…Mi corazón es de cristal, no guarda nada que no veas...” Eso he pretendido siempre, ser transparente como el cristal. No se mentir ni disimular, se me ve a leguas. Sin embargo, he intentado mentir a veces. He llegado a plantearme alguna vez: ¿Seré mala persona? He querido ser egoísta porque muchos me lo han recomendado, y no acabo de estar conforme con nada de lo que hago.
“…No se restar tú mitad a mi corazón.” Definitivamente, apago el Ipod y me vuelvo a casa.
Martín se va a la guerra
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