20 de noviembre de 2010

Cosa de locos

El martes, aproximadamente a las siete de la tarde estaba yo asistiendo a una “magnífica” clase de Documentación Informativa cuando salió un par de filas más atrás el tema del fútbol entre mis compañeros.
No sé por qué se me ocurrió hacerlo, pero, instintivamente abrí el buscador Google en mi ordenador. Pinché el enlace web de una empresa aérea de bajo coste y cuál fue mi sorpresa cuando encontré lo que buscaba aún mejor de lo que podía haber pensado:

Vuelo a Paris de ida y vuelta para ver al Sevilla en la Europa Cup, la UEFA para que nos entendamos, por menos de cuarenta euros.

Sin pensarlo dos veces, le enseñé la pantalla del ordenador a mi amigo Kike, sentado justo detrás de mí. Me miró con cara de ilusión y me dijo: - Vámonos -. Al principio nos reímos y dijimos tonterías sin saber si el otro iba en serio.
Poco después, con la aprobación familiar conseguida, sacamos los billetes.
Sin sitio donde dormir, sin saber si podríamos conseguir entradas, estábamos en una situación que me asustaba un poco pero que a la vez lo hacía mucho más emocionante. Era una locura.

Sin planear nada estábamos con los billetes de avión a París para pasar dos días. Y a partir de ahí, a intentar organizar un pequeño viaje con el escaso presupuesto del que disponíamos.

Miramos y remiramos los hostales de la ciudad. Un hotel era imposible, y había que buscar algo económico y que fuese al menos, habitable. Después de desesperarnos leyendo los comentarios de todos los hostales baratos en los que lo más suave era: “No ir, horrible” o “Ratas, chinches y piojos”, encontramos un hostal bastante económico con una crítica muy positiva. Un edificio moderno, justo al lado de un hotel, en un barrio relativamente céntrico y tranquilo. Una habitación compartida no era un inconveniente. Nuestra idea es la de ir allí exclusivamente a ducharnos y dormir.

Ya sólo nos faltaban las entradas. No teníamos ni idea del cuando saldrían a la venta, ni de si serían muchas o pocas, o el precio que tendrían. Buscamos por internet e investigamos un poco hasta que al final conseguimos encontrar que saldrían ayer jueves a las diez de la mañana en las taquillas del Sánchez Pizjuán. Sin pensárnoslo dos veces decidimos quedar a las nueve frente al estadio. “Más vale prevenir que curar.”
A las diez y cinco de la mañana ya íbamos los dos de vuelta con nuestras relucientes entradas. Las primeras que se han vendido en el Sevilla. Nos miramos con cara de satisfacción y sonreímos como enanos ilusionados un día de Reyes.

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Ahora mismo, me encuentro todavía más ilusionado. Queda un día menos para ese viaje. También puedo decir que me siento satisfecho a la par que orgulloso de mí mismo. Siempre he deseado hacer cosas de éste tipo. Hacer algo sin pensar. Simplemente por el impulso y la necesidad de hacerlo.
Sin apenas haberlo planeado, e incluso pensado, me encuentro ante lo que pueden ser dos días apasionantes. Sólo por el hecho de una intuición, una mirada cómplice y la necesidad de hacer una “locura” con diecinueve años.
Un abrazo,


PD: Gracias a Kike por estar tan loco como yo.



"Probablemente no encontremos el camino
pero nos sobrarán las ganas de volar."
Maldita Nerea (El secreto de las tortugas)

2 de noviembre de 2010

Retales de un Sueño

Y allí, frente a ti, me quedé mirándote, como pidiéndote permiso. Casi desde la puerta de la iglesia te notaba cerca. Permanecí parado unos instantes. Intentando captar y guardar todos los detalles que encerraba ese preciso momento. Estaba a punto de cumplir uno de mis sueños y no tenía intención de dejarlo pasar sin más. Con todo el equipaje bajo el brazo, notaba como el momento se acercaba. Era preciso un último instante. Cuando te viera la próxima vez, sería en la calle, en tú calle…

…Ya estaba dentro. Los faldones echados, la iglesia cerrada y los veinticuatro compañeros dentro del paso. Las manos al centro y una frase de aliento.
Me coloco en la trabajadera con los vellos aún de punta, y un escalofrío me recorre el cuerpo.
Se escucha como se abren las puertas y el murmullo de la plaza aumenta.
La última muestra de cariño sobre mi mano izquierda, me hace ver que por supuesto no estoy solo…

…Enfilamos la puerta. –“¡Los dos costeros a tierra por igual!”–
Vamos poco a poco haciendo lo que nos piden a la vez que voy recordando todo lo que me ha hecho llegar hasta allí. Recuerdos de niñez, en los que yo veía a mi padre como se preparaba para ese momento. Su camiseta con el perfil de la virgen, su costal blanco inmaculado y el beso de mi madre al salir de casa. ¡Qué recuerdos!...

…Ya estamos fuera. La plaza estalla en aplausos, las campanas repican, suenan los cohetes y la banda toca. Todo a la vez es música celestial para los que en ese instante bajamos la rampa…

…Los momentos inolvidables se suceden conforme avanza tú tarde. Yo no sabía cómo sonaba la salve, ni “los vivas” desde dentro. Una “levantá” por alguien especial, una marcha en concreto o el saber que los que más te quieren y más les cuesta verla están ahí fuera, son escusas fáciles para desear que atardeciera despacio. Que nuestro viaje fuese aún más largo.
Al estar fuera, noto como muchos rosarieros me miran con admiración y orgullo. Eso ayuda a darme cuenta de lo privilegiado que soy, lo privilegiado que me haces ser…

…Entrando en la Calleja, nuestra última “levantá”. Siempre el pasito corto, como a ti te gusta, al son de la banda. Poco después, los cuatro zancos al suelo. Miro arriba, me persigno y me parece incluso que te veo. Mi trabajo había concluido. Lo que me habías encomendado para esta noche, ya estaba hecho…

…Subo la rampa a la vez que te veo aparecer por la plaza. Dejas que disfruten todos casi por última vez y empiezas a acercarte finalmente a tu casa. De nuevo, contenemos todos el aliento. Parece que no cabe.
Sin embargo, ya estás dentro.
Nos concedes un último minuto de intimidad a todos esos privilegiados y haces que las gotas caigan como pétalos por la cara de tus hijos…


…Volviendo a casa, un sentimiento de orgullo me llena por dentro: “Hoy me siento grande”.