22 de septiembre de 2011

Una noche de hace un par de meses (Esa voz)

Hoy me he decidido. Una felicitación ha sido la escusa perfecta para escuchar una voz que echaba mucho de menos. Esa voz que siempre ha sido sincera. Esa voz que me mostraba su cariño con una sonrisa a la vez que decía: “¡Ay miarma, que cansá estoy!”

Una voz que hasta hoy se ha mostrado comprensiva, incluso agradecida por la forma de explicar mis esotéricos por qués. Esa voz dulce, quemada por el paso del tiempo y algún que otro palo que estoy seguro que no se merecía.

Hoy me he decidido. Al descolgar, la misma pregunta de siempre. Eso me ha llevado a respirar y pensar realmente lo que quería decir. Y es que esa voz se ha sorprendido de que fuese la suya la que quería escuchar. Esa voz que me ha vuelto a demostrar con hechos y palabras que las puertas de su casa siempre estarán abiertas para mí.

Esa voz se ha preocupado casi exclusivamente en saber como estoy. Como me va todo. Esa voz, como siempre, no ha mostrado que se siente un poco sola. Hoy era un día importante, y es que no era la única a la que felicitar. Esa voz ha empezado con una sonrisa sincera y ha cerrado la conversación con un “gracias” que no creo que mereciese. Espero que al igual que a mí, la conversación le haya hecho sentirse un poco más feliz.

Esa voz me ha demostrado que después de todo, en contra de lo que pienso muchas veces, no todo el mundo se dedica a juzgar. Esa voz casi ni necesitaba escuchar una escusa. Esa voz era capaz de poner la mano en el fuego y hacerme ver que el único que necesitaba una explicación era yo.

Esa voz me ha hecho soltar una lágrima. Esa voz ha sido capaz de regalarme unas gotas de alegría. Una mezcla extraña entre pena, añoranza y melancolía que al final me ha hecho sonreír.

Esa voz ha conseguido que me sienta un poco más feliz. El cariño que he tenido y tengo a esa voz ha sido el motivo por el que he tardado tanto en dar señales de vida. Me daba miedo pensar que ya no era mutuo.

Esa voz es prácticamente imposible que llegue a leer esto. No creo que el movimiento de sus labios reproduzca estas líneas. Aún así, he sentido la necesidad de agradecerle todo lo que ha hecho y aún hace por mí.

Al acabar, ha sido ella la que me ha regalado ese susurro, no yo. Que injusto me ha parecido. Por eso, como no soy de llamar dos veces: GRACIAS.


"El agradecimiento es la memoria del corazón."
J.B. Massieu

6 de septiembre de 2011

Agua

Aquí estoy de nuevo. Caminando como un pequeño indigente que no sabe cuál es su destino ni el rumbo que debe tomar. Los pies descalzos, un par de gotas de agua resbalando por la frente y una toalla al hombro.
Me agrada notar como las plantas de mis pies quedan marcadas en la arena a la vez que camino. Es como el rastro que vamos dejando con cada uno de los actos de nuestra vida. Parece que todas son semejantes, pero si te fijas bien te das cuenta de que cada una de esas pisadas es un mundo; tan iguales y tan diferentes todas.
En este momento no hay teléfono móvil, ni niños gritando a mí alrededor. De fondo, noto la brisa y las olas al romper a escasos metros de mí. Como dijo Baudelaire: “¡Hombre libre, tú siempre preferirás el mar!” Me siento vivo, me siento libre. El viento me despeina a su propia voluntad y llega a hacerme incluso cosquillas en las partes de mi cuerpo todavía húmedas.
De repente, algo inesperado. Unas finas gotas caen sobre mí. Miro al cielo y rio. A lo lejos, veo como las familias van recogiendo sus cosas y se dirigen rápidamente al paseo marítimo.
“¡Si es sólo agua!” – pienso para mí.
¿Cuántas veces me habrán repetido eso? “Es sólo agua.”
¿Qué querrán decir? ¿Qué es para ellos el agua? Para mi es todo y nada a la vez. Es una forma de vivir, una forma de disfrutar de la vida. Cada día me alegro más de que el narrador que cuenta mi historia escribiese con mayúsculas en cada una de las hojas de su novela esa palabra. Ese elemento.

Estoy ya empapado. ¿Qué más da mojarse un poco más?
Salgo corriendo y me zambullo en la inmensidad del mar. No veo hacia donde me dirijo. Tengo los ojos cerrados y me limito a hacer lo que más me llena: fluir por ese elemento acuoso en el que me encuentro.
El vaivén del oleaje resulta gracioso. Es como si intentase hacerme más difícil la prueba.
Cuando llevo varios minutos adentrándome, aminoro la marcha y acabo por detenerme. Miro al cielo y veo como son la luna y las estrellas las que se encuentran sobre mí. No es posible. Hace un momento era de día y las nubes nos mostraban toda su fuerza. ¿Habré nadado más de lo que pensaba? Es extraño.



****



… De repente, un ruido me despierta. Ha sido sólo un sueño. ¡Y qué sueño!
Bueno, todavía es tarde, me queda rato para dormir.
Vuelvo a cerrar los ojos y de nuevo ese ruido. ¿Qué será? La ventana está abierta. Me asomo y encuentro la fuente del sonido. Son las olas golpeando las rocas.
Tenía que ser el agua. ¡Siempre es el agua!