19 de abril de 2015

Como un pequeño cristal azulado

Esa esquiva y traicionera necesidad, ese quebranto amargo. La que necesitas y te reconforta en los malos momentos. La que te ayuda a liberarte en los buenos. La que aparece como un suspiro fugaz y, decide si viene para quedarse, o si por el contrario, no perdura más de un segundo. Ella.
Cuántas veces llamada y cuántas veces oculta. La que te deja eufórico, exultante, alegre, altivo. La que te vuelve pasivo e inmóvil. La que te hacer sentir inerte. La que te despoja de aquello que tienes y te otorga lo que quieres conseguir. La que lo hace posible todo. Ella.
La que está al alcance de tu mano. La que, en la lucha ante el vacío, es tu aliada. La que me huye o la que sabe que, a veces, me empeño en huirle yo. La que no lucha por encontrarme cuando me escondo y la que me busca en los momentos en los que sabe que no puedo alcanzarla. Ella.
Apareció sin buscarla, como si un pincel la dibujase ante mis ojos una cálida tarde primaveral. Dibujada de inocencia y con el brillo del aire y el agua. Sintiéndola parte de mí. Eligiéndome como elige a los niños y a los no tan niños.  Ella.
Gracias a quién apareció regalando sinceridad e ilusión. Instándonos a buscar el otro lado de nuestra propia sensibilidad. Con la ilusión de quién ama todo lo que hace y con la seguridad del que sabe que ha peleado para conseguir lo que tiene. Como si de una de las fotos a Trajano se tratase. Como si viese el caracol en la distancia del objetivo, apareció con una bolsa repleta de juegos e ilusiones. Y dentro, ella.

La que me adoptó cuando la rocé con mis dedos. La que sentí mía desde el primer segundo. Mi inspiración. La que me regaló Edith. La que vino una cálida tarde primaveral. La que llegó con la apariencia física de un pequeño cristal azulado. 


  “Cuando uno escribe para satisfacer la inspiración interior del alma, uno da a conocer por lo escrito, aun sin quererlo, hasta la más mínima fibra de su ser y de su pensamiento” 
 Germaine De Staël (escritora e intelectual francesa)