Despierto con el silencio de unos labios amigos. Al verlo, me doy cuenta que sólo se dedicaba a mirar de soslayo cada uno de mis gestos. Sintiendo cada latido, cada centímetro de mi alma.
Yo, mientras, soñaba con esa mano que me animaba a seguir. Con esa cobardía oculta, que al final acababa volviéndose en contra. La imaginación avisaba y vislumbraba los movimientos. Parecía que era capaz de notarlo y aumentaba la distancia. El cuaderno de bitácoras ya roto era sólo un presagio de que en esto de la piratería quien se queda atrás, se deja atrás. A fin de cuentas, como la tarde del sofá, la película y la ventana entreabierta, todo está de paso en tu vida.
Lo peor de todo, lo que parecía que hundía más las palabras, era el hecho de no pensar que la mayor decepción se produce cuando te mienten sabiendo ya la verdad. En el fondo lo entendía. Conocíamos cada hueco de nuestras dos habitaciones de falsos estudiantes. Era una obviedad que por eso los labios permaneciesen cerrados. Que la distancia aumentase. Es más, ¿cómo exigir algo que tú has pedido que te ayudaran a evitar? ¿Con qué derecho se hace eso?
Era evidente el motivo por el que allí nos quedamos, como dos actores de una pésima película olvidada. Ese living las Vegas tan peculiar, que sonaba a submarino amarillo de esos que no recuerdan cómo salir a flote. Y es que, ¿sabía acaso qué es lo peor del amor cuando se acaba? Si no lo sabía, podría decírselo yo.
Por eso la despedida se produjo en ese instante. Sólo fue despedida cuando miraba esos labios. Esos labios que había deseado alguna vez. No ahora, pero sí en algún instante de lucidez pasado.
Y la verdad, es que éramos como dos niños que se han hecho amigos en una fiesta de cumpleaños y se siguen mirando mientras los padres tiran de ellos y los arrastran. Ese dolor dulce y esa esperanza. Esperanza de que cuando se vuelvan a ver sean capaces de reconocerse...
Porque, puede ser que te dijese que te fueses. Quizás fui yo quien te pidió esa despedida. Pero realmente, lo que quería decir es que si te ibas, como dijo el maestro, que no fuese ni muy lejos ni por mucho tiempo.
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